Treintaytantos

Suelo acumular recortes y referencias, a veces hasta los relaciono, hoy tengo el día. A los de mi generación si ponemos un circo nos crecen los enanos...

Pero, no seamos cenizos, empecemos con optimismo publicitario...

Hace algunos años la preparada generación de treintañeros japoneses se las veía y se las deseaba para comprarse una casa, con los precios por las nubes no les quedaba otro remedio que irse a una periferia muy, muy lejana y soñar con posteriormente vender el piso para irse acercando al centro o simplemente a su lugar de trabajo. En un determinado momento la burbuja inmobiliaria explotó y los treintañeros se vieron amarrados a un lejano minipiso de por vida que vale mucho menos de lo que pagaron. Es la historia real de Yoshihisa, sacada de un artículo del New York Times, es otra generación perdida.
Mis amigos de treintaytantos se han empezado a comprar pisos donde antes sólo encontrabas esparragueras o cardos. Tanto es así que visitar a algunos es como irte de día de campo, a recoger setas. De repente en los periódicos empiezan a salir especiales titulados "La crisis ya esta aquí" o similares, mientras que hasta los vaticinios menos alarmistas auguran reducciones del precio de los pisos para 2009 (si no antes). Sólo espero que en mi círculo social no se repita la historia de Yoshihisa.
Hay otras lecturas que van caracterizando mi generación, Barbara, con sus 31 años escribía que estaba agotada de ser mujer y trabajar 12 horas al día por sólo 1000 euros al mes, "Agotada de llegar todos los días a mi casa y meterme en la cama para amanecer pensando en las 12 horas que aún me quedan por delante". Maruja Torres contaba las miserias laborales de su amiga treintañera Laura,profesora universitaria, "Es una persona educada en el esfuerzo de aprender y el de enseñar, con un nivel de exigencia muy alto que le inculcaron desde niña su familia y las instituciones públicas en las que se formó. Su paso por la privada, como trabajadora, es provisional -así son los tiempos: lo primero que no eliges libremente es el empleo-, pero su insobornable sentido de la ética le hace mantener con sus alumnos la altura de miras que mamó en la enseñanza pública.", en las que una jefa de otra generación le preguntaba "¿Quieres ahuyentar a nuestra clientela?", la clientela eran los alumnos, claro, hasta que nos parezca normal. Cuando me aprendo el nombre de todos y cada uno de mis alumnos lo último en lo que pienso es que son "la clientela" y tampoco creo que rebajarles el nivel de exigencia vaya a redundarles en nada positivo. Pero claro, el esfuerzo ya no motiva, tal y como señala Cayetano López, "En nuestra sociedad, los estudiantes con capacidad, motivación y ganas de estudiar no tienen el menor incentivo.", y tiene toda la razón. En los chascarrillos populares la motivación venía de la mano del palo y la zanahoria, sabiamente se eludió la cultura del palo para repentinamente acabar con la zanahoria, el puesto de trabajo medianamente remunerado y con algún mínimo de relación con la formación recibida se extinguió cual mamut.
Para rizar el rizo últimamente nos vienen señalando que nos hagamos a la idea de que no vamos a tener pensión social cuando nos hagamos mayores si las cosas siguen igual, ya que entramos al mercado de trabajo tarde en condiciones precarias (becas, ayudas etc...) y la pirámide demográfica no se sostendrá, para los de actuales treintaytantos claro.
Un escritor de nuestra generación, Eduardo Verdú, hacía una radiografía muy bien traída:
"Hemos entrado en nuestros diminutos pisos de las afueras de Madrid con la sensación de tomar posesión de un trofeo, de un merecido galardón a una década de inestabilidad laboral, de trabajos basura y de riñas con los padres por el desorden de nuestros dormitorios...Grupos de seis o siete personas, parejas y solteros, se congregan en un piso para jugar a la Wii, para beber o simplemente para charlar delante de una telepizza."

Formación excelsa, idiomas varios, capacidad adaptativa y especialización para que de los amigos los únicos que consiguen un trabajo bien remunerado no sean los más preparados, son los que les enchufa la familia.
Los JASP (Jóvenes aunque sobradamente preparados) del baby-boom estamos de enhorabuena a cada momento, en las aulas de primaria y secundaria eramos ciento y la madre, para entrar en la Universidad tuvimos que competir como leones cuando ahora la nota de corte es un 5 raspado para la mayoría, al entrar en la vida laboral se pusieron de moda ”los becarios” y junto con la bonanza económica de algunos nos propusimos comprar piso todos a la vez, con lo que se dispararon los precios y la vivienda propia se volvió una utopía (o una ruina cuando la burbuja explote), contribuimos mayoritariamente a la seguridad social pagando contentos la pensión a nuestros mayores, sabiendo que siendo la generación gafada que somos no parece que nadie nos vaya a pagar la nuestra. Cojonudo todo, sencillamente cojonudo.
Los que llevamos 30 vueltas completas al sol estamos que trinamos.

Para que encima algún soplapollas estabilizado nos diga que tenemos que esforzarnos más, sí, como Yola Berrocal o Bustamante, auténticos iconos triunfadores cogeneracionales.

Un decano me dijo en una ocasión "la transición nos dió unas oportunidades a los jóvenes ahora mayores que vosotros nunca tendréis"....y tanto...